domingo, 10 de julio de 2011

Que cuando ella pasa por debajo del cielo, solo el tonto mira al cielo.



Ahora, puedo cerrar los ojos. Mirarte, en mi interior. Tranquilo. Y tu imagen, frágil, tenue, etérea ilumina mi mente. Hace que mi cuerpo esté lleno de vida. Sí, estoy tranquilo. Puede que porque sé que estoy aquí, aún sin tenerte siendo afortunado por existir. Y saber que siempre alguien puede mejorar a cualquiera. Tranquilo, porque sé que soy el que mejor sabe cuidarte, el que mejor te acaricia, el que mejor te levanta el pelo y el único al que de verdad le brillan los ojos por ser el reflejo de los tuyos. Es inquietante saber que toco tu cuerpo, a veces, y sé que no es mío, pero que lo toco con mas ansia que cualquier otro. Porque que nadie me diga que hay mayor deseo que tú. Que no hablen de diosas, si no saben los milagros que llegas a hacer tú. Que no me hablen de destino, si eres tú la que impone las leyes del tiempo. Ni me hablen de musas que inspiran a poetas, músicos o pintores, si no han visto tus ojos. Y no me hablen de tempestad y dulzura, si no han besado sus labios. Tampoco me hablen de sentimientos, si no la han sentido por dentro. Pero, sobretodo, no me hablen de amor, pues soy el que lo inventó, por ella, por mí, aunque sea para sufrir. Que sé, que tú también sabes decir cosas parecidas, pero que nunca me igualarás, no por ser tú, sino porque a mí de versos no me tienes que decir nada si ella me inspira. Que sé que tú también escribes sobre la misma, pero yo, lo hago de verdad.

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